
Hemos visto acentuarse en la últimas décadas la devaluación de ciertos aspectos del conocimiento humano. Las humanidades son uno de ellos. La alta importancia dada al poder del capital y a las complacencias que de él emanan, contrasta con la degradación de la cultura y el conocimiento. La filosofía, la literatura, las matemáticas puras, el arte resultan en esencia algo superfluo para la concepción moderna de la vida. No así si pueden ser explotadas de tal manera que arrojen una ganancia económica. En la mentalidad imperante de hoy, la literatura adquiere valor en tanto industria editorial y las artes en tanto utilidad económica por conciertos o exposiciones. No obstante este panorama desolador y, si se quiere, un tanto exagerado, observamos la existencia de gente que se resiste a entrar en ese juego y persigue la justa valoración de estos campos del conocimiento. George Steiner ubica frente a la banalidad del mundo, tres rasgos que para él son los determinantes de nuestra condición humana: las matemáticas, la música y el pensamiento especulativo. Dentro de este último para él se hallan la filosofía y la poesía. Sin estos aspectos, la faz del hombre queda desfigurada y su actuación en este mundo reducida a mera existencia animal. En esas ocupaciones humanas (y creo que en otras más), se halla la diferencia entre nosotros y el resto de los seres vivientes. Nuestra inteligencia nos permite reflexionar sobre la vida y admirar las expresiones artísticas, así como fascinarnos ante la estructura matemática de la naturaleza. La importancia y necesidad de la filosofía pues, son vitales para nuestra propia definición como especie. En este número de Bengala, los acercamientos a la cuestión realizados por Herson Barona son una pauta para reflexionar seriamente sobre la injerencia que el pensamiento especulativo tiene sobre nuestra conformación como individuos razonantes. Steiner: “La dignidad del Homo sapiens es exactamente eso: la realización de la sabiduría, la búsqueda del conocimiento desinteresado, la creación de belleza. Ganar dinero e inundar nuestras vidas de unos bienes materiales cada vez más trivializados es una pasión profundamente vulgar que nos deja vacíos.”
Rodrigo García Bonilla, FFyL, UNAM
Rodrigo García Bonilla, FFyL, UNAM